Pase un fin de semana como la mierda. No quise contarle a nadie, pero el viernes fue la gota que derramó el vaso. Hoy es mi último día en la escuela, porque realmente ya no soporto más. No todo es malo, tengo buena relación con mis colegas. Con más de alguno no tenemos mucha onda, pero tampoco es que me hagan la vida imposible. Tengo mi grupo, ellos son un sol, cariñosos y son la única contención emocional que tengo en la escuela. Siempre estaré agradecida de ellos.
¿Quién me lo iba a decir hace años, cuando empecé en esta escuela, tan llena de expectativas, de ganas de transformar vidas?, pensaba que encontraría algo que me hiciera levantarme cada mañana sin pensarlo, pero hoy solo siento agotamiento, hastío. Ya no tengo ganas de nada. Hoy es mi último, sin embargo, no siento alivio. Solo cansancio.
Me pasé el fin de semana con la mente ocupada en el lunes. No podía dejar de pensar en la mirada de los estudiantes, los recuerdos de risas.
Me miré en el espejo antes de salir a la Escuela, a mi último día, y lo único que vi fue una mujer agobiada. Ya no soy la misma de antes. La mujer llena de sueños e ilusiones se ha ido, y la que queda se siente enferma en esa escuela. Estoy cansada de que se me cuestione todo el tiempo, de que una apoderada específicamente me ataque una y otra vez, como si todo lo que hago no sirviera.
Desde que empezó todo esto, nunca ha estado conforme. Siempre encuentra algo que criticar, como si no pudiera aceptar que soy humana. Su manera de tratarme, tan llena de desprecio, de acusaciones infundadas, ha ido escalando cada vez más. Y no se queda solo en una conversación casual, no. La agresión verbal ha cruzado las barreras del respeto. Me acosa por WhatsApp con una lista interminable de quejas. Y lo peor de todo, lo publica en Instagram. No solo me lanza sus ataques, sino que lo hace de forma pública, para que todos los apoderados y estudiantes lo vean. Mis estudiantes leen esas denostaciones, se enteran de lo que ocurre.
Desde que empezó todo esto, nunca ha estado conforme. Siempre encuentra algo que criticar, como si no pudiera aceptar que soy humana. Su manera de tratarme, tan llena de desprecio, de acusaciones infundadas, ha ido escalando cada vez más. Y no se queda solo en una conversación casual, no. La agresión verbal ha cruzado las barreras del respeto. Me acosa por WhatsApp con una lista interminable de quejas. Y lo peor de todo, lo publica en Instagram. No solo me lanza sus ataques, sino que lo hace de forma pública, para que todos los apoderados y estudiantes lo vean. Mis estudiantes leen esas denostaciones, se enteran de lo que ocurre.
Intenté buscar ayuda. Pensé que, al presentar el caso a Convivencia Escolar, alguien podría poner un freno a todo esto. Pero no. Al parecer, el problema soy yo. Me dijeron que no tengo manejo de grupos, que me falta liderazgo, que no sé cómo lidiar con las críticas. Me sentí desbordada. Después fui a la ACHS, con la esperanza de encontrar algo de apoyo, pero me dijeron que no había daño físico, así que no podían hacer nada por mí. Estaba fuera de sus manos, igual que en Convivencia Escolar.
Todo eso me dejó claro algo, estoy sola en esto. Nadie va a defenderme, nadie me escucha. Me esfuerzo, me sacrifico por mis estudiantes, y lo único que recibo a cambio es el desprecio de una persona que no ve más allá de un odio que no entiendo hacia mi.
Hoy es mi último día. Ya no puedo más. He intentado ser profesional, he intentado seguir luchando por mis estudiantes, pero cuando el entorno está lleno de esta toxicidad, ya no hay fuerzas que valgan. He tomado la decisión de irme. No puedo seguir en un lugar donde la agresión y el desprecio son lo único que recibo.
Mi amor, es extraño escribirte estas palabras, sabiendo que no habrá manera de que las escuches. Es extraño que ahora tenga que decirte todo esto en un papel, mientras tú estás allí, sosteniendo mi carta con la voz quebrada. Perdóname, pero, a veces, las fuerzas se van, se desvanecen. Me siento como si estuviera cayendo en un abismo del que no puedo salir.
Es extraño pensar que esta carta será la última huella que dejaré. Te agradezco, de verdad, por todo lo que me diste, por el amor que compartimos, por los momentos felices que viví a tu lado.
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