EL APODERADO MODELO – 2025

ZYON

octubre 15, 2025
Apoderado modelo
A través de la figura de un apoderado ejemplar, en una reunión de apoderados, nada parece fuera de lo común. El narrador nos invita a reflexionar sobre una historia sobre lo que no se ve y lo que, a veces, no queremos ver. Un relato que explora la complejidad de las personas, las sorpresas que trae la vida, dejando una poderosa lección sobre la percepción y verdad.

PRIMERA PARTE: EL APODERADO MODELO

Primera reunión de apoderados. La misma mierda de siempre. Yo, el profesor jefe, con la esperanza de que quizás este año algo fuera diferente, pero no. Nada cambia. Los apoderados empiezan a preocuparse cada vez menos por los chiquillos, así es pasar al segundo ciclo no es problema, la única preocupación es que los cabros no van a quedar pegados. Pero claro, lo más “paja” de todo esto es cuando toca elegir la directiva. Todos haciéndose los weones. Nadie quiere. Ni yo, que supuestamente tengo que organizar la wea.

Y ahí vamos, como siempre, nadie se quiere comprometer. Todos miran al suelo, a las paredes, hacen que no me ven. Nadie se atreve a decir “yo me ofrezco”. Como un milagro, aparece don Antonio, el apoderado de Claudio y dice: “Si gusta profe, yo puedo ser el presidente”, todos aplauden, y empiezan a golpear las mesas diciendo “Antonio, Antonio querido los apoderados jamás te olvidarán”, como una barra brava. Ya los tenía mal acostumbrados.

Desde kínder venía en el cargo. Todos decían fuerte como admiraban su capacidad de gestión, liderazgo, lo buen presidente que había sido, lo que él entre risas respondió “díganle al weón que tiene fuerza nomás”

Claudio era el mejor alumno del curso, ¿es casualidad? Siempre pasa que los apoderados más cooperadores tienen buenos chiquillos. Y Claudio, no solo en notas le va bien. Es respetuoso, colaborador, nunca anda metido en problemas, siempre piolita, hace sus tareas. Algo solitario eso sí, típico de cabros mateos en todo caso.

Pasó el tiempo, y llegó el día del alumno. Ahí estaba mi equipo de apoderados, liderados por don Antonio, con sus cajitas de colaciones y weas ricas. A mí me daba lata por Claudio. Es paja que tu papá ande en todas las weas, más encima, un niño tímido que apenas puede hablar cuando está su papá. Y se nota que el papá igual es exigente, sabe el potencial que tiene su hijo. Si el cabro es seco.

Así pasó el año. Cada actividad, cada efeméride, allá estaba don Antonio. Día del niño, fiestas patrias, aniversario del colegio, siempre se ponía la 10. Era el apoderado que tienes que aguachar. El que mueve la payasa para que todo salga adelante. Y por eso yo siempre tenía al lado mío a Claudio, porque de alguna manera sabía que su viejo me estaba mirando.

Y cuando me preguntaba: “¿Cómo va el Claudio?”, yo le respondía: “Al ladito mío, va como avión, buen chiquillo”. Lo sabía, le hacía bien. El tipo ponía pecho de paloma, siempre con esa sonrisa de satisfacción. Igual lo encontraba medio cachiporra, como que le gustaba saber que él y su hijo eran bacanes.

SEGUNDA PARTE: EL APODERADO MODELO

Para el día del apoderado, arrasó. Votación unánime, “mejor apoderado”. Es como ese weón que le cae bien a todos, el que tiene la voluntad de oro. No hay forma de decirle que no, porque tiene ese algo que lo hace destacar y le gusta al weoncito ser florerito de mesa, mmm… algo no calza del Sr. Perfecto. Pero lo dejo, total, es también mi escudo para esos apoderados cachos, los que siempre están webeando, los que critican cualquier cosa. Don Antonio los frenaba, les ponía el alto, como el capitán de un equipo. Entonces valía la pena inflarle un poquito el EGO. Si en esta pega hay que ser estratégico igual.

Llegó el último día de clases. Todo piola, los cabros en su desayuno, riéndose, despidiéndose. Pero Claudio no apareció. Raro. Siempre llegaba.

Me preocupé. Llamé a don Antonio. Nada. Insistí. Tampoco. Le conté a convivencia. Me dijeron que iban a ver. Quedé extrañado, era un buen día para cerrar con broche de oro su actuación de “apoderado modelo”.

En la tarde, mientras cerraba promedios, apareció la dupla psicosocial con dos personas más. Se presentaron como encargados de “Mejor Niñez”. Querían hablarme de Claudio.

Don Antonio estaba detenido. La señora lo había denunciado. Años de agresiones físicas y psicológicas contra Claudio. Años de infierno disfrazados de sonrisas, de liderazgo, de aplausos en las reuniones. Se me revolvió el estómago. Pensé en Claudio, en sus silencios, en esa sonrisa forzada cada vez que el viejo inflaba el pecho. Todo calzaba. Yo también fui parte de la mentira. Cuando aplaudía su show. No caché nada. O quizás no quise cachar.

Ahora entendía por qué Claudio nunca levantaba la mirada, cargaba una mochila invisible de dolor. Al final, el apoderado modelo era la peor mierda de padre. Caras vemos, hijos con cicatrices no sabemos.

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