¿DÓNDE ESTÁ EL BULLYING?

ZYON

agosto 25, 2025
Donde está el bullying
Una historia sobre las complicaciones de lidiar con el bullying escolar y las complejidades emocionales de un estudiante. A través de la mirada de un profesor.

Nuevo año escolar, quizás qué viene en esta nueva generación. Me dieron jefatura de primero medio, que paja. Vienen en una edad, donde se creen grandes, pero son chic@s, no los puedo tratar como niñ@s, pero tampoco como adult@s. Bueno, así es esta peguita, aunque reclame, me termino encariñando igual.

Empiezan a llegar, como siempre, uno empieza a sacarle el rollo a l@s cabr@s. Los desordenaditos se sentaron atrás altiro, l@s piolas, l@s indiferentes, l@s mate@s, l@s pinta monos. Y, ¿por qué habrá alguien que siempre está aparte?, me habían dicho que venía de ser víctima de bullyng en la enseñanza básica. Así que le tengo que poner ojo, por orientaciones de convivencia escolar.

Como es primer día salimos temprano. Se me acerca una tía asistente y me dice, “profe, la busca la apoderada de Alvarito”, “¿Alvarito?” Le digo yo, “¿cuál es Alvarito?” (¡wn!, es el primer día, ¿cómo esperan que me aprenda los nombres en un día?). Ahí me aclara que es del estudiante que Convivencia Escolar me había dicho que debía estar atento.

Me reúno con la apoderada, me cuenta un poco la historia, que desde que se separaron con su pareja Alvarito había tenido un cambio de actitud radical. Introvertido, mucho encierro en su pieza y en sí mismo, absorto en su teléfono. Y que el año anterior, cada vez que llegaba del colegio, era entre lágrimas y rabia, por el constante acoso, lo agredían. Finalmente terminó el octavo solo dando las evaluaciones, ya no iba a clases. 

Me decía “No se si fue mejor o peor, porque finalmente estaba más encerrado. Y bueno, quería hablar con usted profesor, para que lo tenga presente y cualquier cosa me mantenga informada”. Se nota de una cuando una apoderada tiene una preocupación por su hijo, no es solo mandarlo al colegio, es involucrarse en el proceso.

La mamá de Álvaro regresó, llegó con esa mezcla entre desesperación y rabia que uno ya ha aprendido a reconocer de lejos. Me dijo que su hijo estaba siendo víctima de bullying nuevamente. Que llegaba llorando a la casa, que lo molestaban, que lo apartaban, que en la casa llegaba con moretones. Que lo agredían. Que todo pasaba en los baños. Que un compañero lo esperaba ahí, cada vez que iba, y lo empujaba, lo golpeaba, lo dejaba con marcas.

Le dije que pondría ojo. Y lo hice. Estuve atento a Álvaro. Lo miré en los recreos, en clases. Observé cómo se movía por el colegio. Ante mis ojos, nunca pasaba nada. Ni una burla, ni una zancadilla, ni una mirada rara. Nada. Había un acosador y no podíamos detectarlo. Álvaro tampoco quería decirnos quién era, le daba nerviosismo, angustia, estrés, toda la wea junta. Seguro es por miedo a las represalías. También lo entiendo.

Entonces hablé con el curso. Les conté que Álvaro no lo estaba pasando bien. Que necesitábamos integrarlo, cuidarlo. Que alguien lo estaba acosando en los baños, necesitábamos saber quién era. Les pedí empatía. Nadie se opuso. Tod@s mostraron buena disposición, ya que a much@s les tocó profundamente lo que les narraba. De hecho, lo empezaron a incluir más. Álvaro ya no era solo el niño callado del rincón. Se reía a veces. Participaba. Me engañó a mí también, o quizá, yo quise creer que se estaba curando con afecto.

Pero la mamá volvió. Esta vez más tensa, más cansada. Me dijo que Álvaro llegó con los golpes más fuertes, incluso cortes. Que alguien lo estaba agrediendo físicamente y que ya no podía más.

Hasta que un día, la mamá volvió. Esta vez no traía fotos de moretones ni quejas nuevas. Traía un sobre. Me lo entregó en silencio. Era un informe psiquiátrico.

Lo leí mientras ella me miraba con los ojos rojos, agotados. Álvaro no estaba siendo víctima de bullying. Nadie lo esperaba en el baño. Nadie lo golpeaba. Nadie lo trataba de loco. El diagnóstico era disociación de identidad. Álvaro era quien se hacía daño. Él mismo. Sin saberlo. Sin recordarlo.

Me quedé en silencio. Porque durante todo ese tiempo, yo también vi lo que quise ver. Y lo que no vi…también duele. Ya que todos buscábamos al agresor afuera, cuando el enemigo vivía adentro. No estaba solo en el baño. Estaba solo en su mente.»

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